La Despedida (Carta)

La Despedida
por Javier Cobo Cosculluela





Andrés del Pozo
C/ Desengaño 53
28011 - Madrid
En Madrid, a 28 de enero de 2010

Estimado Andrés:

            Tú has sido siempre el cómplice de mis confidencias más íntimas. Te conozco desde la infancia y siempre te he considerado como alguien con quien reír, pero también alguien con quien compartir mis problemas. Por eso estos últimos días has sido el hombro sobre el que he llorado mis penas y quien ha escuchado mis dudas sobre el comportamiento de Clara, mi esposa. Como recordarás, hace pocas semanas comprendí que su frialdad para conmigo, el distanciamiento que nos separaba cada vez más, no era fruto únicamente del hastío. En efecto, como ya te expresé varias veces durante estos últimos días, he sospechado, por los indicios que tú ya sabes, que el origen de mi desdicha está en otro hombre. Sí, lo se, solo ha sido una suposición mía, fruto de atar cabos que bien podrían no tener relación entre sí. Pero eran demasiadas coincidencias.
            Ayer, por fin, pude confirmar mis sospechas con mis propios ojos. Se que no está bien seguirla, pero tenía que hacerlo. No podía vivir por más tiempo con esa duda atormentándome. Por un lado, tenía miedo de juzgarla injustamente en caso de estar yo equivocado. Por otro lado, la incertidumbre me estaba volviendo loco y tenía y la necesidad imperiosa de conocer la verdad, fuera cual fuera.
            Como sabes, amo a Clara como jamás he amado a nadie. Mi vida sin ella no tendría ya ningún sentido. Todo cuanto he hecho en los últimos veinte años de mi vida ha sido por hacerla feliz y, lográndolo, me he sentido el ser más dichoso del universo. Ahora se que eso no podrá ya ser igual. Ella jamás será ya feliz conmigo al lado. Ha encontrado algo que yo no le estoy dando y, te aseguro, amigo mío, que ya no se darle nada más. Ella ha decidido por sí misma lo que desea. Y aunque me haya mentido, se que no lo ha hecho para hacerme daño, sino precisamente por lo contrario: para protegerme del dolor inmenso de conocer lo que ahora se. Clara ha debido pensar que no sería capaz de soportarlo. Pero está equivocada: aunque con gran  dolor, lo puedo soportar.
            He aprendido que puede ser más feliz sin mí que conmigo y, créeme, querido amigo, eso es, a fin de cuentas, lo que más me importa. Yo ya no podría seguir siendo una carga que le impidiera alcanzar algo que necesita y que yo no he sabido darle. Por eso he decidido salir de su vida y darle la libertad que necesita.
            Solo te pido una cosa: hazla, al menos, tan dichosa como yo antes la hice. Nunca le engañes. Jamás le hagas llorar. Te conozco y se que tu amor hacia ella ha de ser sincero y profundo pues no podría creer que de otro modo pudieras traicionarme tú también. Sois las dos personas en quien más he confiado a lo largo de mi vida, y ahora he de renunciar a ambos. Me consuela saber que mi desgracia será el pago por vuestra felicidad. Por ello realizo ese pago con gusto. Y yo hago lo único que ya me queda por hacer: desaparecer para siempre.
            Por favor, no me recordéis como una pobre víctima. Recordadme más bien como alguien que tomó una decisión por amor y por amistad.

Tu amigo, Jorge.




No hay comentarios:

Publicar un comentario